“…Todas las características inherentes a los servicios provoca que en su prestación puedan cobrar gran relevancia las interrelaciones -y no sólo económicas -entre prestador y receptor: al implicarse en la propia producción del servicio su usuario, al ser la producción y el consumo simultáneo, y al depender la evaluación de la calidad del servicio de numerosos intangibles vinculados, en gran medida, a la relación entre oferentes y demandantes del servicio. Y es en este mundo de interrelaciones y encuentros personales en el que las entidades del tercer sector pueden actuar de una manera significativamente dis-tinta (BEN-NER; GUI, 2002). El carácter prevalente del fin o misión de la entidad del tercer sector -en las que no se persigue un lucro partible, a diferencia de las entidades mercantiles -y el mayor ámbito de libertad en lo que se refiere a sus actuaciones -a diferencia de las relaciones administrativas -es lo que permite marcos más apropiados para esas relaciones de encuentro e interrelación, en los que se puede generar una comunidad y un universo de significaciones con carácter propio y que resulta muy relevante en las demandas de servicios en las que la persona que los requiere se siente, de alguna forma, en una situación de 'debilidad' o 'inferioridad' (asistencia social, sanidad, educación), mostrando con ella una mayor necesidad de comprensión y cercanía, en tanto que está mostrando un aspecto de su persona que transciende de lo que constituye un mero intercambio de prestaciones con valor económico 24 .…”