La obra cinematográfica de Akira Kurosawa ha sido a menudo analizada a partir de ciertas categorías de la vasta atmósfera o sensibilidad –literaria y filosófica– del «existencialismo». La finitud, la angustia, el absurdo, la autenticidad, la decisión, recorren buena parte de su filmografía. La película Ikiru [Vivir, 1952] es quizá una de sus producciones más elocuentes al respecto. Inspirada en la historia de Tolstói La muerte de Iván Illich, el film de Kurosawa se ubica en los últimos meses de la vida de Kanji Watanabe, Jefe de la Sección de Ciudadanos de Tokio, una oficina de una compleja burocracia estatal que es retratada como inoperante. Su vida cambia de raíz al recibir la noticia de que se halla enfermo de cáncer de estómago y que le resta un año de vida. A partir de entonces, el film mostrará los diversos intentos del protagonista por hallar un sentido a su vida. El propósito del presente artículo es ofrecer una interpretación del film de Akira Kurosawa a partir de algunos conceptos incluidos en L´être et le néant [1943], la obra filosófica fundamental de Jean-Paul Sartre. Se prestará especial atención a la característica noción sartreana de «mala fe», a la relación del para-sí con el «pasado» y al tratamiento que el autor francés hace de la «muerte», en polémica con Martin Heidegger.