El institucionalismo y el institucionalismo constituyen manifiestos signos de una profunda crisis sistémica y sistemática; institucionalismo y neoinstitucionalismo político, económico, sociológico y otros. Dicho de manera puntual, las instituciones, de cualquier tipo, corte, color o matiz, son entes autorreferenciales: sólo saben de sí mismas, y sólo se quieren a sí mismas. La autorreferencialidad es la expresión abstracta de un craso error lógico: la tautología. A su vez, un error lógico no es otra cosa que una equivocación en una forma de vida. Precisamente las instituciones han dado en definirse a sí mismas en términos de Misión, Visión, Objetivos, Estrategia, Liderazgo, Himno, Bandera y otros artilugios. Como ya lo advirtiera muy tempranamente un sociólogo (Coser, 1999), las instituciones son voraces. La crisis de las instituciones ha conducido a toda una serie de estrategias ingenieriles consistentes en observarse a sí mismas de tanto en tanto, a mejorar y corregir lo que sea necesario, y si es preciso, en algunas ocasiones a reinventarse por completo. El simple surgimiento del institucionalismo de cualquier índole es la señal de un profundo y estructural malestar en la economía, la sociedad, la cultura. Frente a este estado de cosas, este artículo postula que, semánticamente, debemos volver de las instituciones a las organizaciones, lo cual comporta un giro radical que pone inmediatamente ante la mirada la importancia y la necesidad de los rasgos distintivos de los fenómenos de complejidad creciente. La tesis de este artículo es que las organizaciones pueden y deben ser v ostas como sistemas vivos o bien como sistemas que exhiben vida, lo cual, en absoluto, puede ser dicho, ni siquiera en un sentido metafórico, con respecta a las instituciones. Instituciones o corporaciones, lo mismo da. Pues bien, una organización inteligente es aquella que sabe de complejidad. Tal es el argumento central de este artículo. Este argumento implica un cambio de ciento ochenta grados de un modelo físico o fisicalista a uno de corte biológico o ecológico en la comprensión de las organizaciones, y por derivación, del Estado y todos los aparatos y sistemas organizativos en el sentido más amplio e incluyente de la palabra.