“…Aunque existen diversas clasifi caciones de los quistes hepáticos (verdaderos o falsos, no parasitarios o parasitarios, etc) con fi nes prácticos pueden dividirse en congénitos (QHS y EPH) y adquiridos. En cuanto a los congénitos, son también no parasitarios, y ya sean solitarios (QHS) o múltiples (EPH), en la mayoría de los casos son asintomá-ticos y presentan una función hepática normal, por lo que suelen constituir un hallazgo incidental en pruebas de imagen; son más frecuentes en la mujer, y mientras la EPH del adulto presenta una herencia autosómica dominante y una incidencia de 0,06 al 0,13%, el QHS se detecta hasta en 2-7% de la población adulta 2,3 . El que los quistes ocasionen clínica depende principalmente de su mayor tamaño y de su ubicación, pudiendo comprimir las estructuras adyacentes torácicas o abdominales y ocasionar, como síntoma más frecuente, dolor abdominal (epigastralgia o hipocondralgia derecha, ya sea por la propia hepatomegalia o por compresión de estructuras vecinas), así como plenitud postprandial, náuseas o vómitos, disnea, dolor torácico o en hombro derecho, palpitaciones y más raramente ictericia obstructiva o ascitis; así mismo, la clínica también puede ser debida a sus complicaciones, entre las que destacan la hemorragia, su rotura traumática o espontánea, la infección intraquís-tica, la torsión, la fi stulización a duodeno o árbol biliar y, excepcionalmente, su malignización 2,3 .…”