Este texto se centra en la evolución y uso de los espacios donde se realizaban las fiestas del Colegio Imperial que, según la práctica recogida en la documentación, eran esencialmente la iglesia, la capilla de la Congregación de la Inmaculada y el trazado urbano. En estos espacios rastrearemos la impronta festiva y el ambiente cultural que ambas instituciones compartieron, tomando como punto de partida el legado de la Emperatriz María de Austria, quien hizo «Imperial» al Colegio de los jesuitas en Madrid (1603). Buscamos analizar la configuración arquitectónica del conjunto comparándolo con fundaciones jesuíticas previas y repertoriar a los artistas que orbitaron en torno a la Compañía tanto para educarse como para participar en sus empresas decorativas, pictóricas y efímeras. Por último, examinaremos el uso de los espacios teatrales de la iglesia y el Colegio, de acuerdo con las relaciones y otros textos que dejaron testimonio de las celebraciones y su escenografía, aquí presentados como evidencias cruciales de la actividad cortesana, intelectual y artística de la Orden en la monarquía hispánica.