En las últimas tres décadas el ethos de la institución universitaria cambió radicalmente. Después de las reformas de Bolonia y de Paris, la universidad entró en una nueva lógica, nuevas demandas, nuevas realidades cuyo objetivo fundamental son las condiciones de formación del estudiantado, sus aprendizajes y la evaluación. El docente, en los nuevos escenarios de la universidad, toma un papel relevante para los procesos de calidad. De sus niveles de formación, capacidades de investigación, extensión y gestión del conocimiento, depende, en gran parte, la calidad de la institución. Todos los insumos de calidad, finalmente, se dirigen a su profesionalidad. Las buenas prácticas didácticas determinan excelentes resultados en los aprendizajes del estudiantado y aquí surge un nuevo desafío institucional: observar las prácticas para mejorar las disposiciones del profesorado. Este desafío está estrechamente asociado con el Desarrollo Profesional Docente. Pues bien, este artículo de reflexión se centra en el concepto de DPD, las prácticas y el dispositivo de formación conocido como “diario pedagógico”.