La educación mediante el uso de simuladores se ha convertido en una metodología de enseñanza y evaluación que proporciona un entrenamiento sistemático a los participantes con el objetivo de mejorar la seguridad del paciente. Los simuladores fueron utilizados inicialmente para el entrenamiento y formación de pilotos de aviación. En medicina, los primeros mostraban determinadas condiciones de los pacientes, luego se incorporaron ruidos cardíacos y respiratorios, y fueron utilizados para el entrenamiento de determinadas emergencias. Actualmente, los simuladores contienen diversos sistemas informáticos de tercera y cuarta generación, que incluyen sensación táctil, auditiva y visual, se utilizan en pruebas iniciales y en procesos de evaluación formativa. Su principal característica es el desarrollo de competencias mediante el incremento de dificultad, que posteriormente requiere de la retroalimentación para permitir la identificación del impacto de la experiencia y la mejora del rendimiento. La simulación puede incorporarse dentro del desarrollo de un curso o dentro de un plan de estudios, y su integración se facilita cuando se tienen objetivos definidos. Actualmente, existe la necesidad de realizar investigaciones que permitan determinar la intensidad, duración, rango de dificultad de las experiencias con el uso del simulador, así como establecer estándares de dominio apropiados para procedimientos y habilidades clínicas. Se debe incorporar la simulación como un complemento a la exposición clínica, ya que permite obtener mejores resultados en comparación a la educación tradicional. Cada vez más se utiliza como una herramienta para la acreditación profesional y el mantenimiento de la certificación profesional.