Los cambios existentes en la familia, unidos a un proceso de transformación social, han posibilitado que exista un fenómeno relativamente poco conocido como es el de la violencia ascendente, que se erige como una de las modalidades de violencia que más se vienen dando en dicho ámbito. En base al estudio de este fenómeno, en esta investigación hemos utilizado la técnica cualitativa de la historia de vida, apoyándonos en un diario de campo donde hemos tomado notas sobre nuestro quehacer diario a nivel terapéutico, en aras de mitigar los efectos de dicho proceso. En esta investigación se establecieron los siguientes objetivos: establecer la conexión que existe entre estilo educativo familiar y el uso de la violencia por parte del menor y evaluar en qué medida la terapia familiar mitiga el uso de la violencia por parte del menor. El modelo educativo familiar, junto a otras dimensiones1, determina que las situaciones de violencia se den de manera reiterada entre padres e hijos, existiendo refuerzos negativos continuos de ambas partes para mantener un ciclo recurrente de conductas, del que difícilmente se puede «salir» si no es a través de un proceso de terapia psicológica continuado.
En un mundo donde todo parece relativo, todo es cambiante y nada permanece inalterable, nos encontramos un contexto educativo-formativo-universal actual, donde se nos vende la existencia de una única manera de proceder para poder adquirir una determinada formación solvente acorde al futuro desempeño laboral, al que esta conducirá a quienes opten, o se les permita, acceder a esta. La retórica de los discursos neoliberales posee las suficientes trampas como para convencer a todos aquellos miembros de la comunidad educativo-formativa que anhelan un futuro laboral estable o a aquellos que, siendo parte activa de dicha formación (profesores/as), intentan cumplir los requisitos imperantes con el fin último de la mejora de su desempeño laboral, aunque en dicho intento elaboren acciones que van en contra de la propia esencia de lo que significa educar y/o formar. Este trabajo centra su atención en reflexionar, a raíz de una revisión bibliográfica sobre la temática, sobre los condicionantes ético-sociales insertos en este sistema formativo y las consecuencias que él mismo está teniendo no ya para el profesorado universitario en sí, sino para los futuros docentes que se están formando en la actualidad. Las conclusiones más importantes de este estudio giran en torno a analizar las consecuencias académico-formativas y la incidencia en las formas que se producen los conocimientos científicos. E, igualmente, se incide en las consecuencias sociales, económicas, formativas… que este tipo de formación traerá consigo para los educandos de estos futuros profesores/as citados/as y para el conjunto de la sociedad en general y si existe alternativa a dicho modelo.
Actualmente, el joven preadulto, como adolescente social (Moral y Ovejero, 1998, 1999) está atravesando una crisis de adolescencia, cuya etiología no descansa, únicamente, en una revolución tormentosa interior, a modo roussoniano, sino en la propia raigambre multidimensional de sus conflictos. Individualizar, e incluso patologizar, los problemas de los postadolescentes representa un ejercicio mediante el que, al desvincular cada caso de sus multideterminaciones, se reduce de forma intencional la responsabilidad de otras agencias y poderes implicados a nivel social, familiar, académico, mediático e institucional, como consecuencia del intento de personalizar un conflicto heterocondicionado (Moral y Ovejero, 2004).
We live in a multicultural society that must bet on a vision of openness and exchange, whose start must begin in the education system from a perspective that clearly supports interculturality, and which aims to achieve a more just society through the exchange of different ways of life. We can only aspire to this if we start from a personalized vision of education—rather than stereotyping groups—to create a pedagogical experience for each person (student) while taking into consideration the sociofamily context. Therefore, personalized education must start from principles such as uniqueness, autonomy, and openness to promote an exchange of experiences, culture, and traditions, and from how each one lives and how it interferes or helps this to be configured as a whole person, open to new learning, and able to self-regulate in the broadest sense. However, there are a series of sociopolitical and economic obstacles at a formative academic level that must be overcome in order for personalized education and its principles to become a utopian entity.
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