INTRODUCCIÓNLa riqueza de especies vasculares depende de la extensión del territorio abarcado, pues la teoría biogeográfica plantea como hipótesis que cuanto mayor sea aquél, más aumentará la geodiversidad y, con ello, la disponibilidad de recursos para las plantas (Gaston and Blackburn, 2000). Además, concurrentemente, se amplían la heterogeneidad ambiental y los casos y grados de transformación humana del paisaje, lo que coadyuva también a alterar y enriquecer aquella diversidad biológica (Nichols et al., 1998;McKinney, 2002;Araújo, 2003;Gabriel et al., 2005;Blondel et al., 2010). Cuando a esta cuestión se unen conceptos teóri-cos y metodológicos tradicionales en Biogeografía y Ecología, pero vigentes por su actualidad de uso y aplicación (abundancia, áreas de distribución, diversidad/riqueza, escalas, forma y tamaño de unidades de base, frecuencia, gradientes, límites, rareza, entre otros); nos encontramos ante una problemática aún candente pese a las múltiples propuestas y soluciones metodológicas adoptadas a diferentes escalas (Preston, 1948;Brown et al., 1996;Dale, 1999; Hui and Mc-