En el contexto del tema de la conferencia, que es Imagen [n] visible, presentamos una metodología para el análisis de imágenes sobre el tema prehispánico en la escultura de la divinidad Coatlicue, a través de una descomposición algorítmica programada de acuerdo con los principios de efectos visuales definidos por Jay Hambidge, de una manera que se ajusta a las proporciones matemáticas del rectángulo infradinámico o invisible del autor, quien incorpora la serie de Fibonacci. Este algoritmo explica varios aspectos del arte prehispánico, así como las formas omnipresentes en el arte americano. Nuestro objetivo básico es demostrar cómo la programación dinámica explica ahora las formaciones de Hambidge y que por lo tanto, puede utilizarse para explicar un corpus extenso de arte que queda fuera de los objetos estéticos comunes en la práctica de las artes visuales contemporáneas. La escultura de la diosa Coatlicue presenta cotas de 350, 130 y 45 centímetros en altura, frontalidad y profundidad respectivamente, fue descubierta en la segunda mitad del siglo XVIII en el antiguo gran recinto ceremonial de la urbe Tenochtitlan ahora el Zócalo de la Ciudad de México; Coatlicue posee sus orígenes en lo femenino por conducto del dios Ometeotl generador del universo y de los principios dualistas, y a partir de Omecihuatl, símbolo de tierra, fertilidad y alumbramiento.

The author investigates if musical modes have definitive emotive contents and following this, if certain modes have affective potentials that are targeted and specific to forms of appraisal. Do certain note clusters occupy emotive loops in accordance with certain basic emotion types - and so what may be, therefore, the general rule for valence appraisals of basic emotions activated by targeted note clusters. The co-existence of connectionist circuits or engram activation routes would have to be conjectured. Finally, a multidisciplinary approach shows us that a new pattern of a psychoaesthetic valence-aggrandized happy or positive version of emotions would have to be considered. There is no such existing proposal for a ‘version’ theory of basic emotions. We propose that a psychoaesthetic version of basic emotions exists. Next, we also defend the possibility of polarization of emotions through entrainment. Music may have the ability not just to evoke any given emotional state or state of feelings in the psychoaesthetic spectrum but also to polarize basic emotions to create a value-added experience. Conclusions from the discussion suggest that music appraisals may have far-reaching implications for the understanding of the ontological quality of music and its relations to well-being and mental health.