La prevalencia de infecciones de transmisión sexual supone un problema grave de salud pública. La población joven se reconoce como la más afectada, pero no existe suficiente evidencia sobre algunos perfiles diferenciales. Esto, obstaculiza los esfuerzos preventivos, en particular, cuando la diversidad afectivo sexual sólo se aborda de manera categorial, clasificando entre heterosexuales, bisexuales y homosexuales. Por ello este trabajo explora las prevalencias de las ITS, así como las diferencias en la conducta preventiva primaria y secundaria según la orientación sexual, evaluada no de manera categorial sino según la escala Kinsey. 600 estudiantes universitarios (50% hombres y mujeres; 67,5% atraídos únicamente hacia el otro sexo) cumplimentaron, de manera online, voluntaria y anónima, el cuestionario Estilo de Vida y Salud (Giménez-García y Ballester-Arnal, 2017).Los resultados arrojan una prevalencia de ITS de 5,3%, concentrándose mayor frecuencia entre personas un poco más atraídas hacia el otro sexo (19%) y exclusivamente hacia el suyo (14,3%), con diferencias significativas (Chi 2=15,75; p= ,027). Sobre el uso sistemático del preservativo, el 52,8% lo reporta con parejas esporádicas y el 37,1% con estables, mostrándose diferencias en las últimas (Chi 2=17,69; p=,007). En ambas, las personas a las que les atrae un poco más su mismo sexo lo utilizan más (100% esporádica y 67,7% estable) frente a las que principalmente les atrae su sexo (33,3% esporádica y 0% estable). En la prueba de detección del VIH que reporta un 16,7%, existen diferencias significativas (Chi 2=16,86; p= ,018), siendo más frecuente entre personas atraídas únicamente (35,7%) o principalmente (28,6%) hacia su mismo sexo. Así, las mayores prevalencias parecen concentrarse entre personas un poco más atraídas por el otro sexo y únicamente el propio, siendo distintos los grupos de mayor riesgo según la conducta preventiva. En consecuencia, los esfuerzos preventivos deberían velar por un carácter inclusivo de todas las orientaciones del deseo sexual.
Introducción: Tradicionalmente la sexualidad ha sido conceptualizada desde una perspectiva conservadora, considerando la orientación sexual como un constructo hermético e inflexible. Estas creencias conservadoras, que se han traducido en actitudes homófobas, parecen ser más notorias en los hombres, posiblemente por el peso que tiene en ellos el concepto de masculinidad de los roles tradicionales de género. Objetivo: Conocer la edad de definición de la orientación sexual, hasta qué punto ésta es una dimensión estable a lo largo del ciclo vital, la valoración de las etiquetas tradicionales y la posible existencia de diferencias de género en estas variables. Metodología: 2924 españoles de entre 18 y 73 años (M=26,29; DT=9,10) participaron en el presente estudio, siendo el 32,9% hombres y el 67,1% mujeres. En cuanto a la orientación sexual, el 77,8% se identificaban como heterosexuales, el 9,6% como homosexuales y el 12,6% como bisexuales. Todos ellos cumplimentaron un cuestionario ad hoc sobre orientación sexual, toma de conciencia y evolución de su autodefinición sexual, así como valoración de las etiquetas tradicionales. Resultados: La muestra evaluada definió su orientación sexual a los 12,2 años de edad (DT=4,70). En función del género, las mujeres la definen a los 12,5 años (DT=4,41) y los hombres a los 11,5 (DT=5,18), observándose diferencias significativas (t=4,37; p0,001). En cuanto a su evolución, el 11,5% de los hombres y el 15,3% de las mujeres (chi 2=7,46; p=0,006) ha experimentado cambios en su orientación sexual a lo largo de su vida. Por otra parte, un 58,6% de los hombres y un 72,4% de las mujeres consideran que las etiquetas tradicionales sobre orientación sexual (heterosexual, bisexual y homosexual) no representan fielmente a la sociedad actual (chi 2=56,19; p0,001). Y, por último, se observa que las personas que habían tardado más en definir su orientación sexualson aquellas que habían experimentado cambiosen su orientación (t=26,52; p0,001)y consideraban que las categorías tradicionales de orientación no representaban fielmente a la sociedad actual (t=3,77; p0,001). Conclusiones: Estos resultados muestran la fluidez y flexibilidad existente en la vivencia de la orientación sexual. Un porcentaje importante de la población parece reflexionar sobre su sexualidad y cuestionar las categorías tradicionales, lo que podría atrasar la definición estable de la propia orientación sexual, siendo este efecto más notorio en las mujeres. Estos hallazgos deben ser considerados cuando se conceptualice la orientación sexual, no solo como una dimensión continua, sino también que evoluciona a lo largo del ciclo vital.
El nivel de aceptación por parte de la sociedad sobre la diversidad afectivo-sexual influye directamente en la vivencia de las personas LGTBI. El hecho de tener que ocultar la propia orientación sexual o vivirla con elevada preocupación fomenta el desarrollo de homofobia interiorizada, con los consiguientes problemas de salud mental que ésta produce. Nuestro objetivo fue analizar las diferencias existentes entre adolescentes y población joven en relación a la vivencia y la preocupación por la propia orientación sexual. Para ello contamos con una muestra de 140 adolescentes y jóvenes (65% mujeres y 35% hombres) entre 12 y 25 años, de dos centros públicos de educación secundaria de la provincia de Castellón. Los participantes cumplimentaron un cuestionario on-line desarrollado ad hoc de 52 ítems. Para este estudio hemos seleccionado los 3 ítems que evalúan la vivencia y la preocupación por la orientación sexual. Ya entre los 12 y 18 años, un 1.1% de adolescentes se siente bisexual, un 3% homosexual, un 4% tiene dudas y un 14% no siente atracción sexual por ningún sexo. Las personas no heterosexuales mostraron mayor preocupación al darse cuenta de su orientación que las personas heterosexuales (un 45.5% frente a un 3.4%) siendo estas diferencias significativas estadísticamente (χ² = 40.505; p£.001). Al analizar la preocupación por su orientación en la actualidad, en el caso de heterosexuales se mantiene en un 3.5% frente a un 31.8% de no heterosexuales (χ² = 23.838; p£.001). Aunque las diferencias no resultaron estadísticamente significativas (χ² = .404; p= .525), observamos que los adolescentes (12-18 años) no heterosexuales presentan menos preocupación que los jóvenes no heterosexuales de entre 19 a 25 años (75% frente a un 61.5%). En cuanto a la edad en que se dieron cuenta de su orientación, en las personas no heterosexuales fue posterior (M=10.45; DT=6.43) que en las heterosexuales (M=5.74; DT=5.04) siendo estas diferencias estadísticamente significativas (t= 3.84; £.001). Finalmente, las personas no heterosexuales, cuanto más tarde se dieron cuenta de su orientación sexual, más preocupación mostraban en la actualidad. Estos resultados muestran que todavía jóvenes y adolescentes presentan preocupación sobre su propia orientación sexual, sobre todo cuando la identificación como no heterosexual se hace a una edad más tardía. Resaltamos la importancia de normalizar la diversidad afectivo-sexual, y la necesidad de romper con la heteronormatividad, para que identificarse como no heterosexual no implique ningún tipo de preocupación que puede ser la antesala de problemas de salud mental.
Introducción: Las personas con una orientación sexual alternativa a la heterosexual han sufrido y siguen sufriendo discriminación por parte de sectores de la sociedad reacios a la aceptación de la diversidad, lo que en ciertos casos se traduce en agresiones verbales o físicas. La socialización y educación heteronormativa parecen estar detrás, lo que explicaría que las personas mayores (es decir, las que vivieron y se educaron en un momento histórico donde la sociedad era menos tolerante con la diversidad afectivo-sexual) hayan sido victimizadas en mayor medida. Sin embargo, la violencia hacia este colectivo permanece todavía silente y apenas disponemos de estadísticas que ofrezcan una imagen fidedigna de esta realidad. Objetivo: El objetivo de este trabajo es conocer qué porcentaje de personas mayores ha sufrido violencia debido a su orientación sexual. Metodología: 449 españoles de entre 40-70 años (M=47,21; DT=6,75) participaron en este estudio (51,7% hombres; 48,3% mujeres). En cuanto a la orientación, el 90,2% se autodefinía heterosexual, el 3,8% homosexual y el 6% bisexual. Todos ellos cumplimentaron un cuestionario ad hoc sobre orientación sexual y discriminación. En concreto, la discriminación se evaluó a través de dos preguntas: «¿Has sufrido alguna vez alguna agresión verbal debido a tu orientación sexual?» y «¿Has sufrido alguna vez alguna agresión física debido a tu orientación sexual?», ambas dicotómicas(«Sí» / «No»).Resultados: Entre homosexuales, un 85,7% de hombres y un 33,3% de mujeres ha sufrido violenciaverbal debido a su orientación sexual; asimismo, un 21,4% de hombres habría sufrido ademásagresiones físicas, frente al 0% de mujeres homosexuales. En cuanto a las personas bisexuales,un 18,8% de hombres y un 9,1% de mujeres habría recibido violencia verbal, pero ninguno referiríaagresiones físicas. Finalmente, el porcentaje de personas heterosexuales que refiere haber sufridoagresiones verbales por su orientación sexual es de apenas un 3,5% en hombres y un 1,5% enmujeres, y sólo un 1% de mujeres refiere agresiones físicas. Las diferencias en el porcentaje deagresiones físicas y verbales en función de la orientación sexual alcanzan en ambos casos el nivelp<.001.Conclusiones: Estos resultados confirman los importantes niveles de discriminación sufridospor las personas mayores con una orientación sexual alternativa a la heterosexual, sobre todo porlos hombres homosexuales. Así, de igual modo que instituciones y asociaciones desarrollan programaspara prevenir la violencia LGTBI en jóvenes, se debería abordar la victimización entre adultosmayores, lo que minimizaría el impacto psicosocial en este colectivo.
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