Quiero invitarles a considerar la propuesta de que la rehabilitación 2 no es tan beneficiosa como nos han enseñado a creer que es-y que nunca lo ha sido. En segundo lugar, quiero invitarles a imaginar nuevas relaciones entre la justicia penal y la justicia social, a la luz de las afirmaciones engañosas del primer ministro Cameron y el ministro de justicia Grayling acerca de las posibilidades que tiene combinar el castigo con la rehabilitación. Ambos están equivocados por diversas razones, pero fundamentalmente erran al no considerar que los jóvenes, los discapacitados y los ancianos, la gente sin recursos económicos y aquellos que viven en la indigencia ya están siendo severamente castigados al pertenecer a comunidades desprovistas de acceso básico a la vivienda, empleo y bienestar fundamental. En tal situación, me parece obvio que todas las cuestiones relativas al delito y su castigo deberían estar vinculadas, y probablemente entendidas, en términos de justicia social y desigualdad. Es con este objetivo en mente que sostengo que, en lugar de castigar repetidamente a las clases desfavorecidas, para luego engañarnos a nosotros mismos creyendo que podemos combinar el castigo con la rehabilitación, deberíamos trabajar hacia la consecución de una justicia reparadora basada en un renovado principio de la igualdad ante la ley.
Illustrating their arguments with empirical examples drawn from two recent research projects-one cross-European, the other Scottish-the authors argue that the new multi-layering of carceral forms in both prison and the community is one major, but underexplored, cause of continuing increases in women's prison populations. Whether it is because sentencers believe the reintegration industry's rhetoric about the effectiveness of in-prison programmes in 'reintegrating' ex-prisoners, or whether, conversely, it is because sentencers are reluctant to award transcarceral and over-demanding community sentences which set women up to fail, the result is the same-more women go to prison.
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