El término metaanálisis fue empleado por primera vez por G.V. Glass en 1976, en un artículo titulado Primaria, secundaria y metaanálisis de la investigación, para referirse al análisis estadístico del conjunto de resultados obtenidos en diferentes ensayos clínicos sobre una misma cuestión, con la finalidad de evaluarlos de manera conjunta. Este tipo de investigación fue inicialmente aplicado en las ciencias sociales y psicología, y en la década de 1980 el metaanálisis se hizo cada vez más popular en medicina, particularmente en los campos de enfermedad cardiovascular, oncología y perinatal. En la actualidad son muy frecuentes los artículos que describen resultados de metaanálisis en publicaciones médicas. Una de las razones para realizar un metaanálisis y combinar los resultados de los estudios es que al aumentar el tamaño de la muestra aumenta su potencia estadística, además, incorporar trabajos efectuados en centros y lugares diferentes conlleva que los resultados obtenidos pueden ser más fácilmente generalizables. Los metaanálisis no han estado ni están libres de controversia, entre otras cosas porque, quizás, como suele ser habitual con todo lo que se pone de moda, ha sido utilizado con una frecuencia excesiva sin suficiente rigor metodológico, ya que existen múltiples limitaciones a tener en cuenta a la hora de evaluar los resultados de un metaanálisis. En este artículo nos vamos a centrar fundamentalmente en los aspectos estadísticos del tema, desde el punto de vista de la descripción de los métodos, indicaciones e interpretaciones, sin entrar en otros detalles, como pueden ser los protocolos de realización de una revisión sistemática o fórmulas estadísticas. El enfoque va a ser en los métodos de análisis utilizados en metaanálisis de ensayos clínicos controlados que evalúan eficacia terapéutica o reacciones adversas.
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