“…A fines del siglo VI a. C., la sociedad ibérica evoluciona hacia nuevas concepciones políticas basadas en dinastas cuyo poder radicaba en su carácter guerrero y su pertenencia a un grupo gentilicio que se consideraba descendiente de un héroe mítico, protector del dinasta y de toda la sociedad (Almagro-Gorbea, 1996: 84 s.;Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: 60 s.). Esta nueva concepción política pasó a ser el fundamento de la estructura política e ideológica de la sociedad ibérica en sustitución del basileus de tradición orientalizante (Almagro-Gorbea, 1996: 70 s.), cambio ideológico comparable al que se documenta en la Grecia arcaica, Etruria y Lacio a inicios del siglo VI a. C. (Alföldi, 1965;AA.VV., 1990;Torelli, 1993: 174 s.;Jannot, 1976: 192 s.;Giangiulio, 2016;Cerchiai, 2017;Lulof y Smith (Eds. ), 2017;etc.).…”