“…El estudio de Longest(Longest & et al, 2013), determinó que la cánula proporciona eficiencias de entrega a velocidades de flujo de 2-15 Lt/min en aproximadamente un 80% o más, pero en el 20% restante se han observado pérdidas, las cuales y según el estudio de Hegde & Prodhan(Hegde & Proghan, P., 2013), conducen a complicaciones por lo que recomienda usar este sistema con el mayor cuidado, debido que envía un volumen minuto mayor a lo que algunos niños requieren, causando sobredistensión alveolar y fuga de aire que conlleva a neumomediastino, neumotórax; iguales hallazgos se encuentran el estudio de García(García & et al, 2011), en donde se precisó el cambio de la cánula nasal de alto flujo por fugas excesivas.En el estudio de Coghill(Coghill & et al, 2011), se evidenció que el uso de la cánula nasal de alto flujo no resulta eficaz cuando se combina con dispositivos de arrastre de aire, especialmente los de tubo largo y estrecho, porque una gran proporción del oxígeno suministrado al dispositivo, que a veces superó el 50%, fue expulsado a través de los orificios de ventilación.Asi mismo, en el estudio de Álvarez(Álvarez & et al, 2014), se destacó que el uso de la cánula de alto flujo no debe ser considerado, hoy por hoy, como un método de administración de presión en la vía respiratoria, ni como una terapia específicamente ventilatoria entendida como la capacidad de barrer CO2, debido a que está presión es inexacta, difícil de predecir y más aún de pautar. El sistema genera algún grado de presión en la orofaringe, pero esta presión dependerá aspectos como: el flujo administrado, de si la boca está abierta o cerrada y del grado de fugas de las cánulas nasales en las narinas; por ello no se debe considerar como un sustituto de la CPAP, que es un modo de ventilación no invasiva contrastada, sino como una alternativa más en auge, que posiblemente vaya teniendo su propio campo de aplicación en neonatología.…”