“…Actualmente, existen dos marcos teóricos que explican la Inteligencia Emocional (IE): Los Modelos Mixto, que comprenden la IE como una mezcla de atributos vinculados con la personalidad, caracterizada por las habilidades sociales, la motivación y la capacidad cognitiva, necesarios para el éxito profesional (Pérez-Pérez y Castejón, 2006;Goleman, 1996); y los Modelos de Habilidad, que conciben la IE como una inteligencia propia del individuo independiente de los rasgos de personalidad, cuya función es percibir, asimilar, comprender y regular la información emocional a nivel cognitivo (Fernández-Berrocal y Pacheco, 2005;Mayer et al, 2000, citado en García-Fernández y Giménez-Mas, 2010 (Eysenck & Eysenck, 1994, citado en Ortei i Fabregat et al, 2008Bermúdez-Moreno et al, 2017), lo que explicaría la preferencia de los extrovertidos a buscar experiencias que aumenten la activación cortical, y la propensión de los introvertidos, que alcanzan niveles óptimos con menor estimulación, a la rutina (Schmidt et al, 2010). De acuerdo a Eysenck (1987, citado en Squillace et al 2013), los rasgos de esta dimensión son: Sociabilidad, vivacidad, actividad, asertividad, búsqueda de sensaciones, inquietud, despreocupación, dominación, espontaneidad, y aventura; (b) Neuroticismo, que mide el grado de estrés y las respuestas emocionales del sujeto frente a las circunstancias que alteran su equilibrio interno y la predisposición a padecer trastornos de ansiedad o trastornos del ánimo (Schmidt et al, 2010). Las personas cuya puntuación es elevada, tenderán a reaccionar de manera excesiva frente a los estímulos, presentando oscilaciones de humor, demoras en la recuperación, ansiedad, preocupación, depresión, pesimismo, sentimiento de culpa, aflicción, y baja autoestima (Bermúdez Moreno et al, 2017;Eysenck & Eysenck 1994, citado en Ortei i Fabregat et al, 2008Schmidt, 2010;Squillace et al 2013); y 3) Psicoticismo, que estima la dureza emocional (Schmidt et al, 2010).…”