Este pequeño volumen en 8º, de 159 folios, se publicaba organizado en ocho apartados: los siete primeros, dedicados a tratar de manera individual a siete ilustres santos o beatos (por entonces) nacidos en Valencia o relacionados con dicha ciudad (san Vicente mártir, san Vicente Ferrer, fray Tomás de Villanueva, fray Luis Bertrán, san Bernardo de Alcira, fray Pascual Bailón y san Francisco de Borja, por este orden), y el último (sin epígrafe), centrado, como se dice en el sumario, en la «relación de las imágenes y reliquias de devoción que hay en Valencia».Lo particular de esta obra no solo radica en la temática, en el hecho de que este hábil versificador y componedor de historias escriba una obra estrictamente hagiográfica en la que no hay lugar para el relato; sino también, en la retórica empleada, tras la que el autor queda completamente desdibujado por esa manera tan férrea con la que se agarra a las fuentes, por esa forma de cultivar la imitatio, no ajena a las vidas de santos. No es casual, por otro lado, que se haya centrado en el ámbito de Valencia, ni es menos importante que la obra aparezca salpimentada con sus versos; de ahí que, en las siguientes páginas, aborde su estudio teniendo en cuenta tres ejes fundamentales: lo hagiográfico, lo valenciano y lo poético.
1Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto I+D+i del MINECO La novela corta del siglo XVII (y II) (FFI2013-41264-P).