Este artículo pretende articular un encuentro entre el operaísmo y la ecología-mundo, es decir, un encuentro entre dos paradigmas teóricos cada vez más objeto de debate a nivel global, pero que, hasta el momento, no han sido analizados en estrecha relación. El operaísmo es una corriente del marxismo heterodoxo caracterizada por centrarse en la ambivalencia de la condición de la clase obrera (fuerza de trabajo/trabajo abstracto dentro del capital, clase obrera/trabajo vivo contra el capital) y la noción de la composición de clases sociales. La ecología-mundo puede definirse como un diálogo internacional que desarrolla el análisis del sistema-mundo desde una perspectiva ambiental: el capitalismo, por lo tanto, no tiene un régimen ecológico, sino que es un régimen ecológico, es decir, constituye un modo especifico de organizar la naturaleza. El objetivo de este artículo es demostrar que, a pesar de que las dos perspectivas se relacionan con la cuestión de la crisis (ecológica) de forma muy distinta, ellas pueden integrarse eficazmente si son yuxtapuestas a otro nivel: el del análisis histórico-político de la cuestión medioambiental. En su origen, ambos planteamientos revisan la teoría de la crisis de Marx, pero no eluden la polarización que caracteriza su evolución: mientras que el operaísmo tiende a reafirmar la tradición que considera la crisis como un momento de desarrollo, la ecología-mundo desarrolla la teoría de la brecha metabólica de un modo bastante inaudito. La convergencia entre estos dos paradigmas —lo que, en realidad, constituye un exigente intercambio teórico y que, por lo tanto, requiere una intensa reflexión por parte de ambas posiciones— puede producirse a través de una relectura del proceso histórico de la politización de la ecología. Aunque se suele situarlo entre mediados de los años setenta y la siguiente década —tras el gran ciclo de conflictos fordistas—, en los últimos años se está comprobando una hipótesis distinta: esta politización no sólo ocurrió una década antes, pero también, y, sobre todo, sucedió debido a, y no a pesar de, las luchas del movimiento obrero (en estrecha relación con el surgimiento del feminismo revolucionario). En ese contexto, la economía verde neoliberal —es decir, el intento capitalista de internalizar el límite ecológico, transformándolo de un obstáculo a la valorización a una estrategia innovadora de acumulación— asume simultáneamente la forma de desarrollo (en línea con la hipótesis postulada por el operaísmo) y la de antidesarrollo (en línea con la hipótesis defendida por la ecología-mundo). De esta “convergencia” plausible podría emerger entonces una interpretación política de la crisis ecológica contemporánea capaz de cuestionar la relación entre el capitalismo y la naturaleza, al evitar tanto el catastrofismo como la afinidad electiva entre la lógica del beneficio y la lógica de la protección medioambiental.