“…La muerte sorprende en cualquier momento y no debe ser vista como tragedia, sino como inherente Educar para la pérdida durante el proceso de formación académica permite a los individuos inscritos en una cultura construir nuevos paradigmas en relación a la finitud y la muerte, parámetros que llevan a valorar esta pedagogía desde su posibilidad para proyectarse como estrategia innovadora que permite a los jóvenes afrontar la pérdida desde su ser y su quehacer cotidiano. En tal sentido, distintos autores invitan a crear programas que promuevan el desarrollo de la conciencia de finitud y la comprensión de la complejidad humana implícita al momento de enfrentar las circunstancias de la vida, vinculando prácticas compasivas en el cuidado y el respeto por el otro, al igual que ejercicios útiles para empatizar con sus temores, desaciertos y ansiedad frente a la muerte, buscando un trato más humano de las emociones a nivel personal (Dos Santos, et al, 2016;Espinoza, Luengo y Sanhueza, 2016;Wass, 2004;Lopera y Arias, 2017).…”