En 1966, 137 toneladas de mineral de uranio español llegaron al puerto de Nueva Orleans procedentes del puerto de Cádiz. En este artículo quiero utilizar este viaje que conectó agentes políticos, industriales y empresariales con capacidades y experiencias técnicas, para explorar el uranio como un objeto híbrido —físico, técnico y diplomático—. El uranio conectó los intereses de las autoridades franquistas con los de los científicos y empresarios de la industria eléctrica. Sirvió al régimen de Franco para formar investigadores en nuevos métodos y prácticas experimentales y también para popularizar las políticas e ideologías atómicas de Estados Unidos. Al tiempo que alimentó los reactores nucleares, el uranio generó nuevos espacios disciplinares, modificó paisajes y diseñó nuevas cartografías industriales y administrativas. Además de seruna pieza clave en la política exterior del régimen franquista —le sirvió al régimen español para alinearse con el pensamiento occidental imperante sobre los usos civiles de la energía nuclear—, internamente sirvió para abandonar los discursos autárquicos y reforzar el poder de los tecnócratas, que utilizaron la energía atómica para transformar la producción eléctrica española. Este viaje cambió la materialidad del mineral de uranio, su física y su química, y también sus significados.