En la conformación de la sociedad industrial, las profesiones surgieron como un movimiento fundamental de la división del trabajo, de estratificación ocupacional y de clases. Su mantenimiento e importancia a través del tiempo se ha sostenido mediante procesos de profesionalización para la producción de conocimiento especializado que le distinga de otras ocupaciones y al mismo tiempo le brinde autonomía y reconocimiento social para dar legitimidad y permanencia en función de la sociedad. La profesión médica, ha servido como aparato ideológico por parte del Estado para controlar y dominar a la sociedad basados en las necesidades de salud a través de profesionales que ejercen relaciones de poder reducidos a agentes secundarios perpetuando las diferencias de clases. Las profesiones en general han sufrido los estragos de las políticas neoliberales y la profesión médica no es la excepción. La realidad de los servicios de salud circula entre hospitales descuidados, falta de presupuesto, mala atención, falta de material, de recursos humanos y medicamentos, trámites burocráticos, y otros faltantes estructurales que subsumen a la práctica del profesional a indicadores y gestiones administrativas.