“…Cabe destacar, respecto de lo anterior, que el foco de algunos estudios en este campo ha vuelto a dirigirse hacia las escuelas, entendidas como espacios para la concreción de proyectos educativos situados, en los que la profesión docente estaría íntimamente vinculada con la gestión de dichos proyectos a partir de modelos ricos en recursos, buscando involucrar plenamente los intereses y apuestas educativas de escolares, familias, equipos de docentes y demás grupos de interés presentes en las comunidades y territorios (Ferrada, 2020;Molina, 2013;Razeto, 2016). Así mismo, se han generado visiones alternativas y críticas de los procesos de interacción y agencia educativa propios de la triada familia, escuela y comunidad, en los que los resultados académicos de niños y niñas son tan solo un indicador, dentro de muchos, para medir y consensuar el avance en la consecución de objetivos dentro de procesos educativos de base territorial y comunitaria (Evans et al, 2015;Molina, 2013). Sumado a lo anterior, se han identificado ciertos límites en los enfoques más tradicionales de participación (parental/family engagement), así como importantes barreras y determinantes sociales asociados a la participación parental o familiar en la escuela, como el nivel educativo de padres, madres y familiares, el estatus socioeconómico, los recursos lingüísticos y culturales e, igualmente, las creencias de padres, madres y docentes sobre la asociación entre familia y escuela (Gubbins y Otero, 2018;2019;Hornby y Lafaele, 2011;Soutullo et al, 2016).…”