“…Las fitotoxinas permiten a estos organismos penetrar en los tejidos vegetales donde se encuentran nutrientes; así, el hongo Neocosmospera vasinfecta ataca a la planta de la soja con metabolitos estructuralmente relacionados con la neovasinina (Nakajima et al, 1992;Nakajima et al, 1996;Furumoto et al, 1999); dichos materiales presentan gran interés como herbicidas ecológicos e, incluso, como herramientas en el estudio del crecimiento de los órganos en las plantas superiores (Soledade et al, 2001). Otros casos son algunas dihidrocumarinas de origen fúngico que inhiben el crecimiento de Medicago sativa (alfalfa) (Krohn et al, 1997); los sesquiterpenos del hongo Botrytis cinerea, presentaron actividad fitotóxica (Collado et al, 1996;Rebordinos et al, 1996); otros grupos estructurales se han descrito en otros hongos fitopatógenos, como los Fusarium spp., Ceratocystis spp., etc., cuyos extractos fueron aplicados sobre semilleros de guisante, rábano, limón, lechuga, mastuerzo, tomate y arroz, donde inhibieron su germinación y crecimiento; también sobre el polen del té y del pino (Yang et al, 2002;Kern, 1978;Nemec et al, 1988;Baker et al, 1981;Marcinkowska et al, 1982;Kimura et al, 1981;Kimura et al, 1988a;Kimura et al, 1988b;Kimura et al, 1989a;Kimura et al, 1989b;Kimura et al, 1991a;Kimura et al, 1991b;Kimura et al, 1992a;Kimura et al, 1992b;Kimura et al, 1992c;Kimura et al, 1993;Kimura et al, 1996;Kern et al, 1965;Kobayashi et al, 1987;Stoessl, 1981). Se observó que la actividad fitotóxica dependía de la estructura de los metabolitos (Kern, 1978;Nemec et al, 1988;Sakamura et al, 1988), habiéndose propuesto incluso un mecanismo de acción para las nafto y antraquinonas …”