“…Cabe precisar que la cultura de la transformación del cuerpo implica en gran medida la emergencia de una dinámica de los excesos, en la que prima el deseo de tramitar miedos, ansiedades, melancolía e inaceptación del propio cuerpo, cuyo accionar opera bajo dominios psicológicos, socio-culturales, políticos e ideológicos (Guimón, 2008;Sarwer, 2007). Estos dominios constituyen el imaginario social de un "cuerpo moldeado" como garante de aceptación, deseo y reconocimiento, siendo incluso mejor remuneradas y admitidas por otros a nivel sociofamiliar y laboral (Elliott, 2011). En gran medida, la tendencia a operarse es similar a un tipo de droga o adicción social que puede tener efectos irreversibles para la salud de las personas, dado que, "si bien los progresos científico-técnicos, médicos y sociales son admirables, no por eso debemos subestimar el temible poder destructor y manipulador de la ciencia y de la técnica" (Baudrillard y Morin, 2003, p. 45).…”