“…Desde comienzos del XXI el capital social se convierte en una variable recurrente en los modelos de desempeño (Ishise & Sawada, 2006;Routledge & von Amsberg, 2003;Whiteley, 2003), a pesar de las críticas recibidas por su multidisciplinaria definición y heterogénea valoración (Durlauf, 2002;Knack & Keefer, 1997;Portes, 1988), o su misma reducción en el tiempo (Putnam, 1995;Sarracino & Bartolini, 2015). De hecho casi 30 años después del planteamiento del capital como categoría de investigación en Economía, hay una generalizada aceptación de su uso en la explicación de las dinámicas de crecimiento en países de América Latina (Moreno-Hurtado, Ochoa-Jiménez & Izquierdo-Montoya, 2018;Pulido & Mora, 2018 El impacto del capital social sobre el crecimiento económico a nivel mundial se ha justificado por diversos canales, a saber: a) Refuerzo generalizado de la confianza (Fukuyama, 1995;Knack & Keefer, 1997) y la cohesión social (Pervaiz & Chaudhary, 2015) manifiesta en reducción de costos de transacción, fortalecimiento de la acción colectiva, difusión de la información, creación de espacios de aprendizaje, garantía de estabilidad política, manejo de conflictos latentes y mejora de la gobernabilidad; b) Garantía de los derechos de propiedad (Ahmad & Hall, 2017); c) Incremento de la productividad de los factores (Bjørnskov & Méon, 2015); d) Formación ampliada de capital humano (Bofota, Boucekkine & Bala, 2016;Neira, Vázquez & Portela, 2009;Sequeira & Ferreira-Lopes, 2011); e) Configuración de un entorno favorable a la inversión en capital privado, el desarrollo financiero y el comercio internacional (Forte, Peiró-Palomino & Tortosa-Ausina, 2015;Peiró-Palomino, 2016;. En términos contemporáneos, al capital social se le considera también un inductor de la innovación empresarial (Thompson, 2018) y de la tasa de emprendimiento (Prasetyo & Kistanti, 2020).…”