“…En segundo lugar, los adolescentes que habían sufrido muchas conductas de intimidación o bullying y los que tenían alto índice general de agresión, también tuvieron bajo nivel de pensamiento constructivo global o inteligencia emocional (una estructura de pensamiento poco flexible, baja capacidad para adaptar su forma de pensar a las diferentes situaciones, nivel bajo de aceptación de sí y de los demás, baja capacidad para establecer relaciones gratificantes, poca tendencia a conceder a otros el beneficio de la duda), baja emotividad (poca capacidad de enfrentarse a las situaciones estresantes, baja autoaceptación, excesiva sensibilidad a las críticas o rechazos, tendencia a recordar adversidades pasadas, a tener pensamientos negativos y al estrés), baja autoestima (actitud poco favorable hacia sí mismo), baja tolerancia a la frustración (tendencia a sobrestimar las experiencias desfavorables), baja eficacia (poco optimismo, entusiasmo, energía… es decir, pocas actitudes que contribuyen a actuar con eficacia), y poca actividad (baja capacidad para aceptar desafíos y no abandonar ante el fracaso). Los datos confirman la hipótesis 2 y ratifican los resultados de los estudios de Hoover et al (1992), y también los estudios que han evidenciado baja autoestima en las víctimas (Eslea et al, 2004;De la Torre et al, 2008;Hanish y Guerra, 2004;Mynard y Joseph, 1997;Nansel et al, 2001;O'Moore, 1997;Olweus, 1993;Piñuel y Oñate, 2006;Slee y Rigby, 1993;Van Der Meulen et al, 2003).…”