Psicología Educativa (2019) 25(2) 117-125 Correspondencia: hector.galindo@opendeusto.es (H. Galindo-Domínguez).Buscar una definición consensuada de autoconcepto aceptada en el mundo académico ha sido un trabajo arduo y lleno de discrepancias, principalmente por la esencia subyacente al concepto en sí. Unas pinceladas a este concepto fueron las que dio Purkey (1970) considerando el autoconcepto como un sistema complejo y dinámico de creencias que un individuo considera verdaderas respecto a sí mismo.Sin embargo, el principal inconveniente proviene de definir o considerar estas creencias en un mismo grupo o, por el contrario, clasificarlas en función del origen de las mismas.Durante muchos años han sido varios los autores (entre otros, Harter, 1990;Marsh y Hattie, 1996;Marx y Winne, 1978;Rosenberg, 1965) que han sostenido la teoría de concebir el autoconcepto como un constructo unidimensional y global y por lo tanto considerar todas las creencias de las que hablamos como un factor indivisible y general. No obstante, parece ser que actualmente en general se acepta considerar el autoconcepto como un constructo jerárquico y multidimensional (Cazalla-Luna y Molero, 2013), en el que el autoconcepto general está estructurado en diferentes dimensiones y que a su vez cada una de estas dimensiones se continuaría dividiendo para otorgarle mayor especificidad (Axpe y Uralde, 2008).El desarrollo de cada una de estas dimensiones no es heredado, sino que es el resultado de autopercepciones obtenidas a partir de las experiencias vividas por el individuo en su interacción con el entorno (Núñez y Gonzalez, 1994). En esta línea, en palabras de Gorostegui (1992), el colegio proporciona a los niños y niñas nuevas ideas y experiencias que les ayudan a construir una imagen sobre sí mismos.En la etapa de educación primaria, con la entrada al contexto escolar, se multiplican los factores significativos en el desarrollo Ante las diferentes escalas existentes para medir el autoconcepto en educación primaria, una de las más significativas es la escala AF-5. Dada la necesidad de adaptar este tipo de instrumentos para poder emitir juicios en función de las particularidades culturales, se realizó la estandarización del instrumento para la población española. Se utilizó una muestra de 1,059 estudiantes de 4º, 5º y 6º de Educación Primaria, provenientes de 7 comunidades autónomas diferentes. Los resultados apuntan a que el modelo teórico de la AF-5 posee unos índices de fiabilidad y validez aceptables en esta población. De igual modo, para su estandarización en percentiles, tanto para la escala Likert como para las puntuaciones z, se han considerado las diferencias existentes de género y curso. Finalmente, se discuten los resultados obtenidos y la aplicabilidad del instrumento.