“…Motivos o técnicas decorativas, determinadas formas o uso de materiales, etc ., pueden trascender los aspectos funcionales para adentrarse, como planteó Hodder (1982), en el ámbito socio-ideológico-simbólico de una comunidad . Sin embargo, dichos símbolos no tienen por qué reducirse a los aspectos formales o estilísticos de los objetos, sino que también pueden intervenir en el proceso de producción, uso, intercambio y abandono, en una relación de doble dirección entre el mundo material y el ideológico simbólico (Gosselain 1992) (2) . Ello explica, en muchos casos, que algunas decisiones técnicas no sean ni las más operativas, ni las más productivas desde un punto de vista funcional y que, desde el punto de vista de la efectividad, puedan considerarse arbitrarias o irracionales .…”