“…Si bien la opción por la forma de gobierno monárquico-constitucional adoptada por Brasil en 1823 lo colocase (junto con México, por un breve período) en un camino contrario al de la mayoría de las repúblicas hispanoamericanas, todos, sin excepción, necesitaron responder a las transformaciones imperantes de las estructuras políticas y jurídicas del Antiguo Régimen, en parte tributarias de los diferentes liberalismos económicos y políticos que surgían en la modernidad 15 . 13 Santos, 2017;Fanni, 2015. 14 Pimenta, 2017b: 33. 15 Frasquet, 2015: 70;Slemian, 2009;Fernández Sebastián, 2012. En medio de voces divergentes en la política brasileña de 1823, hay un sustrato común: la certeza de que la observación de lo que pasaba fuera de Brasil era instructivo y hasta imprescindible para lo que se decidía internamente. Así, las lecturas de la historia y de los acontecimientos más recientes en un mundo en transformación se tornaban instrumentos de legitimación de las premisas y principios ideológicos que orientaban sus discursos.…”