El fuerte-poblado romano de Vindolanda en el norte de Inglaterra fue ocupado desde el 50 al 415 A.D. y ha proporcionado una importante colección de restos bien conservados de perro, Canis familiaris. En este trabajo se contesta a las preguntas acerca de si los romanos criaron perros con el propósito de obtener morfotipos específicos o si aquellos perros se cruzaron libremente y de modo aleatorio (panmixis). También, si los perros fueron criados, si tal cría respondía a razones funcionales. Utilizando restos caninos bien contextualizados, respondemos estas preguntas incorporando análisis morfométricos, estadíos de desgaste dentario, patologías óseas, huellas impresas en cerámica (tejas) y registros documentales e iconográficos. Todas las cohortes de perro se encontraban aquí documentadas y no existen evidencias de que los perros fuesen consumidos. Las curvas de supervivencia son las clásicas con forma de U constatadas en poblaciones en equilibrio. Se constatan asímismo perros pequeños, medianos y grandes cuyas frecuencias variaron según el lugar de origen de las guarniciones que se sucedieron en el asentamiento. El cuidado de los canes lo confirma una perrera con forma de colmena y un individuo con heridas cicatrizadas. Los perros fueron usados para la caza y criados con tal fin. Integrando todas las fuentes de datos se han podido reconstruir los biotipos caninos de los romanos, infiriendo con ello su funcionalidad.