Desde los primeros estudios realizados por Olweus en los años setenta (Olweus, 1978) el bullying se considera un problema mundial, que afecta a los estudiantes en el contexto escolar. El bullying tradicional se define como una agresión intencional y repetida en el tiempo por uno o más individuos hacia una víctima que no puede defenderse fácilmente por ella misma (Olweus, 1999). El cyberbullying comparte características fundamentales con el bullying tradicional, como es la intencionalidad, la repetición temporal y el desequilibrio de poder entre víctima y agresor (Olweus, 2012;Smith, 2015), pero añade dos variantes específicas: el anonimato y la publicidad que genera su perpetración a través del uso de medios tecnológicos (Smith, 2015). Algunos autores consideran que el cyberbullying es un subtipo o una nueva forma de bullying, que ocurre a través de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) (Beran y Li, 2007;, entendiendo que el bullying puede tomar distintas formas incluyendo física, verbal, relacional o cyber (Smith et al., 2008). El bullying físico incluye golpes, patadas y empujones. La agresión verbal incluye burlas, provocaciones y amenazas. La exclusión se dirige a aislar a la víctima y dañar sus relaciones dentro del grupo de iguales (Smith, 2007).Los resultados de muchos estudios sugieren la coexistencia de ambos fenómenos. Diversos estudios han encontrado correlación entre la violencia tradicional y la violencia a través de las TIC (Herrera-