“…Los esquemas cognitivos preexistentes en los padres dan origen a sesgos que se vuelven determinantes en sus conductas y que explican el valor otorgado, por ejemplo, al castigo físico. Expectativas no realistas frente al comportamientos de los hijos, dificultad para distinguir acciones positivas y negativas en el niño o niña, falta de habilidades para el empleo de formas de control y regulación de conductas, constituyen, entre otras, situaciones que legitiman los padres como formas regulares, comunes e incluso normales del ejercicio parental, muchas de ellas vinculadas a atribuciones sesgadas y distorsionadas, creencias erróneas y expectativas negativas respecto a los hijos (Santamaría y Tapia, 2018). Estas situaciones pueden conducir, aunque no siempre, a un proceso de consulta profesional, aunque algunos padres creen que lo están haciendo bien y entonces obvian el apoyo institucional o profesional: "Cuando una madre busca un apoyo profesional es porque siente que hay una herramienta que los desborda, que ellos no son capaces de hacerle frente con sus capacidades, con sus ideas, con sus creencias" (TF).…”