El virus del papiloma humano se ha señalado como el principal causante de los casos de cáncer cérvico uterinos en el mundo; es por esto que se han desarrollado 3 tipos diferentes de vacunas contra el virus; la bivalente que cubre contra los serotipos 16 y 18, la tetravalente para 6, 11, 16 y 18 y la nonavalente cubre contra 6, 11, 16, 18, 31, 33, 45, 52 y 58, cubriendo así la mayoría de serotipos asociados a cáncer y lesiones condilomatosas. Las vacunas se indican en esquema de dos dosis para población entre 9 a 15 años y tres dosis para las edades entre 15 y 26 años, son seguras, bien toleradas y capaces de producir una adecuada respuesta inmune. No se contraindican en pacientes inmunocomprometidos pero su respuesta inmune es menor que en la población general, no se recomiendan durante el embarazo pero sí durante la lactancia. La vacuna contra el virus del papiloma humano ha contribuido a la disminución de enfermedades asociadas a este virus lo que ha puesto en evidencia sus beneficios en la salud global.
El síndrome de lisis tumoral es considerado la urgencia oncohematológica más común tanto en población pediátrica como en adultos. Se encuentra principalmente en neoplasias hematológicas de rápido recambio celular, aunque también en tumores sólidos de gran tamaño, con alta sensibilidad a la quimioterapia, metástasis y con niveles elevados de ácido úrico y deshidrogenasa láctica sin embargo se puede presentar en todos los tipos de tumores tanto posterior a la terapia citotóxica, la radiación, la cirugía o de manera espontánea. El principal mecanismo fisiopatológico se fundamenta en la lisis de células tumorales, y la subsecuente liberación masiva de componentes intracelulares al torrente sanguíneo. Lo que genera alteraciones metabólicas como trastornos hidroelectrolíticos (hiperpotasemia, hiperfosfatemia, hipocalcemia secundaria), hiperuricemia debido al metabolismo de los ácidos nucleicos y lesión renal aguda; dichas alteraciones producen manifestaciones clínicas a nivel muscular, renal, cardiaco y sistema nervioso central, que pueden progresar a falla multiorgánica y muerte. El diagnóstico de síndrome de lisis tumoral se basa en criterios clínicos y de laboratorio; además es fundamental la estratificación del riesgo en todos los pacientes. En cuanto al tratamiento consiste en tratar la lesión renal aguda y las alteraciones hidroelectrolíticas que son la fisiopatología del síndrome, esto se consigue con hidratación abundante y mantenimiento de la diuresis, los inhibidores de la urato-oxidasa y en casos refractarios con la terapia de diálisis. El síndrome de lisis tumoral es potencialmente mortal si no se trata y tiene como principal predictor de morbimortalidad la lesión renal aguda asociada y el pronóstico depende de la severidad del cuadro.
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