Uno de los objetivos de Las inscripciones hebraicas de España (1956), un clásico para el conocimiento de la cultura material hispano-judía, era ofrecer un completo análisis de las 26 (+ 1) inscripciones funerarias judías medieva--les procedentes de seis localidades de los dilatados territorios de la Corona de Castilla (León, Monzón, Béjar, La Coruña, Sevilla y, por supuesto, Toledo), que se habían conservado. Francisco Cantera expresaba en la introducción su «fir--me esperanza de que esta publicación será poderoso acicate que estimule […] el descubrimiento de nuevas lápidas» 1 . Entusiasmo que quedó posteriormente plasmado en un puñado de artículos, suyos y de otros autores, publicados en las páginas de esta misma revista.Desde entonces, nuestro conocimiento se ha venido incrementando pausada--mente como resultado de hallazgos, las más de las veces casuales, ya que sólo en ocasiones excepcionales fue su descubrimiento resultado de una búsqueda premeditada. Descubrimientos producidos tanto en localidades en las cuales ya se conservaban vestigios epigráficos funerarios judíos (Toledo, León), como en otras nuevas (Córdoba, Lucena, Soria y Trujillo), siempre gracias a la co--laboración de ciudadanos preocupados por la recuperación para la comunidad del patrimonio material. Pese a todo, medio siglo después de la publicación de aquella obra, el número de piezas conocidas para este territorio no alcanza aún el medio centenar, por lo que cualquier nuevo hallazgo debe ser bienvenido.La divulgación de la noticia -bulo o realidad-relativa a un hallazgo epi--gráfico hebraico en la ciudad de Ávila, descubrimiento que aún necesita ser contrastado, ha desviado la atención de otros de indiscutible importancia, re--lativos al legado material judío preservado en diversas localidades de su pro--