“…Es discutible la presencia cartaginesa en la zona (Grau Mira, 2006) con anterioridad a la segunda mitad del siglo III a.C., aunque, por otro lado, los indicios nos parecen suficientes como para defender una intensificación de la presencia púnica en el territorio contestano sobre todo a partir del 348 a.C., fecha del segundo tratado romano-cartaginés (Polibio III, 24, 2-4). A pesar de que no conviene emplear este tratado comercial para definir o delimitar áreas de dominio en la penínsu-la (sobre todo teniendo en cuenta los problemas de ubicación de Mastia, centro en la actualidad de un interesante debate científico entre distintos investigadores), sí nos parece importante remarcar cómo esta fecha coincide con la proliferación en la región de numerosos elementos arqueológicos que se pueden catalogar como púnicos.Entre estos elementos destaca la presencia de sepulcros «especiales» 18 en algunas de las necrópolis ibéricas contestanas más conocidas, como La Albufereta o Cabezo Lucero, la aparición de monumentos funerarios de tipo punicizante (Prados Martínez, 2005), la construcción de torres de control del litoral y de los valles fluviales que se abrieron a la costa (Díes Cusí, 1990;1992;Sala, 2006), la «arquitectonización» de los santuarios (Ruiz de Arbulo, 2000; Ramallo, 2000) y la aparición de elementos de culto de tipo centromediterráneo, como los pebeteros en forma de cabeza femenina, vinculados a la proliferación del culto de Deméter-Koré (Blech, 1998, 172; Sala, 2002, 297), además de otras cuestiones importantes, como la perduración púnica tras la conquista romana, perceptible en algunos detalles como las decoraciones de los vasos cerámicos del estilo Elche-Archena o en las inscripciones religiosas del santuario de la Cueva Negra de Fortuna (Murcia), etc.Desde el punto de vista arquitectónico, cada vez son más evidentes los datos que aluden a la amplia difusión de una arquitectura de corte helenístico, pero de estilo púnico (y aportada por los púnicos), en los ambientes ibéricos (Fig. 17), sobre todo en las regiones costeras mediterráneas, con mayor incidencia en el tercio meridional pero con cierto impacto en las áreas septentrionales, cada vez más notorio (Moret, 2006, 218).…”