“…Ahora bien, los factores del microsistema propios del contexto donde ocurre la violencia suelen estar conectados a una mayor probabilidad de violencia sexual, y, al respecto, un predictor para este problema en América Latina suele ser la frecuencia con la cual el compañero se embriaga (Casique, 2010;Jaén, Rivera, Amorin & Rivera, 2015;Rey-Anacona, 2017); aspecto que ocurre también en el contexto peruano (Alarcón & Ortiz, 2017;Blitchtein & Reyes, 2012;Castro et al, 2017;Flake, 2005) Igualmente, la violencia física ejercida por el compañero ha sido reportada como otro factor predictor, y, al respecto, se ha encontrado evidencia con datos provenientes tanto de Nicaragua (Ellsberg, Winkvist, Peña & Stenlund, 2001) como de Uganda (Karamagi, Tumwine, Tylleskar & Heggenhougen, 2006), España (Rodriguez-Menés, Puig & Sobrino, 2014) y Estados Unidos (Krebs et al, 2011). Específicamente, en Perú (INEI, 2017b) se reportó casi un 31 % de prevalencia de violencia física hacia la mujer, en donde los tipos de agresiones más reportados fueron los empujones o el lanzamiento de objetos (26 %), el ser abofeteadas (18.2 %) y haber sido golpeadas a puños (15.3 %).…”