“…Desde el contexto de la formación profesional del individuo, parecen evidenciarse ciertos perfiles en torno a las posibilidades de desarrollo del autoconcepto, que se van construyendo al principio de la carrera, así como hacia el final de la formación en pregrado, entendido así que la formación en la Educación superior, implica más que sólo el aprendizaje de una disciplina, la generación de aptitudes emocionales personales y sociales, que garanticen la permanencia y graduación, entre las cuales el desarrollo de un sano autoconcepto parecería ser un propósito fundamental en la formación y el rendimiento académico, en cuanto permitiría mejorar los indicadores críticos de deserción, repetición de curso y la experiencia de aprendizaje en el pregrado, así como el desarrollo de acciones desde los programas de formación en el pregrado que permitan apoyar el proceso de la vida universitaria y favorecer el éxito académico. En tal sentido, puede señalarse que autores como Musitu, Garcia & Gutiérrez (1997), confirmaron la importancia que tiene el autoconcepto sobre el rendimiento académico, al demostrar que la percepción y los sentimientos al respecto de si mismo son factores determinantes en el éxito académico de los individuos (Urquijo, 2002), en cuanto consideran que un autoconcepto negativo, genera falta de confianza en sí mismo, una visión distorsionada de sí, sentimientos de minusvalía e incapacidad, lo que puede reflejarse posteriormente, en bajo rendimiento académico y social (Parra, Restrepo, Usuga, Castañeda, Estrada, Uñates, Gil, & Mendoza, 2015 La importancia del autoconcepto en la formación universitaria, radica en su reconocida contribución a la formación de la personalidad y en su influencia en el rendimiento académico, en cuanto tiene que ver con la competencia social, ya que influye sobre la persona en cómo siente, cómo piensa, cómo aprende, cómo se valora, cómo se relaciona con los demás y en cómo se comporta (Clark, Clemes & Bean, 2000;Peralta -Sánchez & Sánchez -Roda, 2003;Costa & Tabernero, 2012 ), de ahí que se reconozca que las experiencias académicas de éxito o fracaso inciden significativamente sobre el autoconcepto del estudiante, lo cual podría ser explicado mediante el papel de las evaluaciones de los otros significativos (Tajfel & Turner, 1986;Peralta-Sánchez & Sánchez-Roda, 2003;Costa & Tabernero, 2012;Cordero-Tapia & Duran, 2015).…”