A menudo se ha identificado la educación, sobre todo la formación en las instituciones educativas, con una visión de la persona en la que la razón se convierte en criterio y control de todo. Y por ello sólo se ha pretendido trabajar con los conocimientos para una inteligencia separada de todo lo que a una persona la convierte en humana, en ser vivo que siente, se alegra, sufre.En ese sentido, lo emocional ha sido (o es) infravalorado, cuando no visto como sospechoso o temible. (Quizás también por esa represión, luego se producen estallidos brutales del mundo emocional-pasional). Sin embargo, la persona es un ser llamado a integrar sus dimensiones cognoscitivas, emocionales y volitivas. Y prestigiosos psicólogos contemporáneos han demostrado esa integración en sus estudios sobre inteligencia emocional.Por eso, en este artículo, se trata de recoger las nuevas concepciones sobre la emoción y su lugar en la persona humana y presentar una forma de vincularla a la educación, a la formación en valores, a través de un medio, el cine, que llega directamente a lo emocional de la persona pero que está llamado a ser recibido por la totalidad de la persona y aprovechado como un mensaje, una comunicación de educación y cultura.
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